domingo, 3 de abril de 2011

El misterio de la ballena azul XIV

Me senté en mi sillón. Desconocía lo que estaba ocurriendo realmente. Pensé en la ballena, en Elizabeth y en el grillo. Cuando en eso mi cuerpo se paralizó por unos instantes, al escuchar un fuerte grito proveniente del cuarto de baño. Inmediatamente acudí al lugar, no encontré nada ni nadie. De nuevo, la ballena había desaparecido. No podía creerlo. Me dirigí donde se encontraba mi amiga transformada en grillo. Y para mi sorpresa, había vuelto a su color original, un áspero verde olivo. Tomé entre mis manos el artefacto localizador y me propuse buscar a la ballena. Acudí al cuarto de baño, último lugar que la vi, la brújula comenzaba su trabajo, marcando extrañamente arriba. “¿La ballena esta en el techo?” –pensé en mis adentros, mientras mis pasos se dirigían casi de inmediato hacia el exterior. Lancé mi vista hacia arriba. Un gran globo aerostático predominaba el panorama. Estaba llevándose a la ballena, subiéndola por medio de una sábana color rosa, que jalaban con dos correas dos fornidas avestruces. “¡Alto ahí!... ¡no permitiré que se la lleven!” –les grité, mientras lanzaba un rayo con mis manos. Aquellos animales, parecieran haberme ignorado por completo, procediendo con su trabajo. Tomé mi sombrero, del cual saqué una nube plateada, para después subirme en ella y dirigirme hacia las extrañas avestruces. Ellas seguían jalando a la ballena, ya solo faltaba poco para que estuviera dentro del globo aerostático, en verdad que les parecía invisible. “¡Dejadla en paz!...” – les dije con voz fuerte, mientras tomaba a la ballena por el lado contrario. Las aves continuaban su hazaña, sin prestarme atención en lo absoluto. De mi sombrero, saqué unas poderosas tijeras, y corté las correas. La ballena estaba a salvo conmigo. Mientras que las avestruces continuaban jalando hasta que de pronto se percataron del corte. Se miraron entre ellas. Para minutos después quedar convertidas en estatuas de hielo. Un rayo proveniente del cielo, cayó justamente en el globo, evaporándose todo en un instante. No comprendía todo aquello. Sin duda alguna, alguien con conocimientos en magia o hechicería quería robarse a la ballena, la cual estaba sumergida en un profundo sueño, provocado por los efectos de alguna droga suministrada. Rápidamente llevé a la ballena al cuarto de baño. Acto seguido, le preparé algunos trozos de pescado seco sobre una bandeja, al mismo tiempo que la examinaba para advertir si no tendría alguna herida. Y cuál fue mi desconcierto, al descubrir que el brazalete perdido, de alguna manera se había transformado en un tatuaje en una de sus aletas, junto con un extraño texto que decía “El final está cerca.”