viernes, 10 de julio de 2009

El misterio de la ballena azul XI

Me tallé los ojos. La imagen del grillo seguía en el espejo. Veía mis manos y se percibían normales. Solo aparecía en forma de grillo en el espejo. Era algo confuso. Terminé el desayuno y acudí a la bañera. La ballena se acercó a mí y me miró profundamente. “No temas. Yo te cuidaré” –dije tiernamente, mientras colocaba la bandeja con el sushi dentro de la bañera. Acto seguido me marché a mi habitación, donde tomé el teléfono y cancelé que me trajeran la alberca para niños. Decidí mejor construir una pequeña piscina en mi patio. Acudí a la ferretería más cercana para comprar lo necesario, cemento, azulejos, entre otras cosas. De mi sombrero hice aparecer tres castores, quienes me ayudaron a trabajar en ello. Empezamos por hacer un agujero no tan profundo sobre el patio, para después moldearlo y así colocar el cemento con el azulejo. Eran las siete con treinta y tres de la tarde, cuando opté por darnos un descanso. Me dirigí a la cocina. Estaba hambriento. Quería terminarla ese mismo día. Ya solo faltaba colocar la mitad de los azulejos y esperar a que se secara. Me hice un sándwich de pera con jamón. A la ballena le preparé trocitos de camarón con queso. Acudí al cuarto de baño, le dejé la comida adentro de la bandeja con cuidado y sin ruido alguno. La criatura estaba durmiendo. Regresé al patio para terminar la obra en progreso. Se podía vislumbrar un crepúsculo impresionante. Los castores trabajan arduamente junto conmigo, hasta que por fin el último azulejo había sido colocado en la piscina. Terminé exhausto. Llevaba dos días sin bañarme, ya que la ballena estaba en el baño. Solo me lavaba la cara. Dirigí mis pasos hacia mi habitación y me zambullí en mi cama, no sin antes, visitar a mi amiga Elizabeth transformada en grillo. “Te prometo que volverás a la normalidad. Encontraré el hechizo los próximos días.” –le decía con sosiego, mientras le acercaba algo de comer. La había colocado en una maceta que me había traído un viejo amigo de la India con una flor muy extraña de color turquesa. Se decía que era milagrosa. Según una leyenda era la planta que un antiguo sacerdote encontró en un templo sagrado, y con la que días después salvó a un niño de morir de una grave enfermedad. Su origen es un misterio, algunos científicos han querido estudiarla, pero siempre que toman un poco de ella para su estudio, se marchita. Se dice que solo puede ser poseída por aquel que tenga un corazón puro, para que así nunca marchitara. Al menos eso comentó mi amigo. Una vez acostado en mi cama entré en un sueño profundo. Entre las imágenes que puedo recordar de ese sueño es que veía a la ballena convertida en una doncella, agradeciéndome por todo lo que hacía por ella. Más adelante, soñé con mi viejo maestro, Joseph Syrac Dafoe, quien me explicaba el verdadero significado de la magia. “La magia no es para hacer un mal. Aquél que la utiliza para tales fines, se convertirá en uno de los seres más despreciables del universo. Su maldad acabará con su corazón puro para siempre. La magia existe para ayudar al prójimo en el sendero de la vida, siempre y cuando sea para bien. No olvides esto nunca Ludwig.” –profesaba con sabiduría el viejo mago. En ese preciso momento, al escuchar el nombre de Ludwig, me acordé del grillo del bosque encantado. Tal parecía que después de todo era mi verdadero nombre. Mi memoria no lograba recordarlo. Por lo regular todos mis amigos y conocidos, me conocían como “El mago de la luna” o simplemente “mago”.

3 comentarios:

  1. Y QUE PASO CON ELIZABETH EH EH EH????? NOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!

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  2. que misterios!!! grillos y ballenas jeje me agrada la combinacion.
    *chirp chirp*

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