lunes, 20 de julio de 2009

El misterio de la ballena azul XII

A la mañana siguiente, me desperté un poco inquieto. Ludwig era mi nombre, sin embargo, no lograba recordarlo. Sufría de una amnesia atemporal a consecuencia de un accidente ocurrido años atrás, y que según el terapeuta que me estaba atendiendo, se desconocía cuando me regresaría la memoria por completo. Había intervalos, en los que por medio de un peculiar olor, me acordaba de ciertas cosas, sobre todo de mi infancia. Por medio del sonido, descubría fragmentos ocultos de mi memoria. Pese a ello, algunos de los sueños que tenía, los confundía con la realidad. ¿Qué es real y que no?. Me levanté de mi cama, apurado para dar de comer a la ballena. El menú del día: Sushi de caviar con malvavisco. Cuando acudí al cuarto de baño, la ballena estaba aún dormida. Le dejé el desayuno en la bandeja como de costumbre, y me dispuse a ver la piscina en el patio. Era un día agradable, los rayos del sol caían sutilmente sobre la piscina, haciendo relucir los hermosos azulejos azulados con espirales en su interior. Tomé la manguera, había llegado la hora de llenar la alberca. Mientras se llenaba, fui a ver a mi amiga Elizabeth, a quien noté extraña. Su color había cambiado a uno rojizo, comencé a preocuparme. La tomé entre mis dedos, y cuál fue mi sorpresa cuando aquella criatura vomitó un pedazo de papel, donde aparecía claramente: “¿Dónde está el brazalete?... un grillo me ha visitado en sueños y me ha dicho que para recuperar mi estado natural coma de esta planta y me ponga el brazalete”. Miré asombrado el mensaje. El hechizo estaba a la vuelta de la esquina, sin embargo, el brazalete había desaparecido. Estaba seguro de haberlo puesto junto a la ventana que estaba en mi cocina. Busqué a los alrededores, en cajones y vitrinas, inclusive en mi recámara. “Lo perdí. ¿Dónde podrá estar?” –cuestionaba en mis adentros, al tiempo que continuaba buscando. Mis pasos se dirigían a un lado y a otro, sin resultado alguno. Volví a ir con mi amiga. “Lo siento mucho Elizabeth, pero me temo que lo he extraviado. Encontraré otra forma de que vuelvas a ser como antes”. –dije en un tono entristecido, mirando los ojos de mi amiga. Una lágrima brotó de su pequeño ojo izquierdo, pasando por una de sus patas delanteras hasta llegar al suelo, donde se convirtió sorprendentemente en una brújula. Era la brújula del destino. Otro de mis tesoros preciados.

2 comentarios:

  1. OOOOOHHHHHH.... Y SIGUE COMO GRILLO:/ ... HAHAHA.... NICE NICE... XD
    Y LUEGO QUE PASAAA????
    ATTE E. BATHORY

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